Hace unos días, uno de nuestros clientes nos contaba una anécdota sobre cómo en su banquete de bodas, el plato estrella fue un cuarto de pollo asado que se sirvió por comensal. Ni que decir tiene que resultó todo un lujo y que los invitados al banquete salieron altamente satisfechos de él.
Quizá olvidamos citar que dicho banquete se celebró a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Y es que hasta llegada la década de los sesenta del siglo XX, consumir carne de pollo se reservaba solo para ocasiones especiales, tales como Navidad o celebraciones extraordinarias.
Proteína low cost
Pero las técnicas de explotación avícola avanzaron de manera exponencial y con ello el abaratamiento de costes de producción. Como resultado de ello, el pollo pasó de ser un producto de lujo a la fuente de proteínas más asequible para todas las capas sociales.
Dieta y recetas
Si algo tiene el pollo, además de ser una fuente de proteínas muy completa, es que tiene bajo nivel de grasas, lo que lo convierte en un alimento ideal para incluirse en dietas hipocalóricas y cardiosaludables.
También, a nivel gastronómico, es un producto que permite ser cocinado de mil maneras: asado, cocido, con arroz, guisado, rebozado… La imaginación es su único límite. Y además admite los más variados condimentos.
Pero la forma más popular de consumo es asado. Raro es no ver los fines de semana largas colas en los locales de asadores de pollos o «rustidores«, donde lentamente se van cocinando hasta quedar crujientes.
Pollo asado con patatas fritas. Menú típico de domingo. Rico, barato y liberador de la «esclavitud» de los fogones.
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